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34 preguntas a… Alfredo Despaigne

Cuando se habla de sluggers en la pelota nacional, siempre vienen a la mente personajes como Kindelán, Capiró, Romelio, Cheíto, Muñoz… Pocos peloteros de esta época pueden soñar con que su nombre se mencione alguna vez al lado del de aquellos jonroneros míticos. Entre las muy contadas excepciones está el caso de Alfredo Despaigne, un hombre que, jornada tras jornada, le tira trompetillas a la archiconocida ‘teoría del biotipo’.

Nombre completo: Alfredo Despaigne Rodríguez.

Edad, estatura, peso: 26 años, 1,76 metros y 98 kilos.

Fecha y lugar de nacimiento: 17 de junio de 1986, Palma Soriano.

Nivel educacional: Licenciado en Cultura Física.

Residencia actual: Bayamo.

Apodo: Ninguno.

Cantidad de SN: 9.

Ídolos de la infancia: Orestes Kindelán y Antonio Pacheco.

Influencia decisiva en tu carrera: Mi abuela Dulce María y mi entrenador Julio Figueredo.

El mejor consejo beisbolero que te han dado jamás: Aprender a seleccionar bien los lanzamientos.

Aficiones fuera de la pelota: Los juegos de PC.

Preferencias musicales: Cualquier música.

Película favorita: Me gustan de todo tipo.

Libro preferido: Ninguno.

Plato predilecto: Pescado y verduras.

Supersticiones, rituales o manías deportivas: No tengo.

¿En qué estadio te gusta jugar?: En cualquiera, menos en el Mártires de Barbados.

Principal atributo de un pelotero: La disciplina y la entrega.

El mejor momento de tu vida deportiva: Cuando conecté el jonrón decisivo contra Estados Unidos en el Mundial Universitario de 2010.

Tu mayor decepción en los diamantes: La derrota.

El juego que nunca olvidarás: Ese del Mundial Universitario.

El mejor pitcher que has enfrentado: Pedro Luis Lazo.

¿Presiona más la Serie Nacional o el Equipo Cuba?: Ninguno de los dos.

Si no fueras pelotero, serías…: Médico.

¿Te molestaría jugar en un equipo ajeno a tu provincia?: No.

Alguna anécdota inolvidable: Varias con amigos que ya no están.

¿Cuál es el punto crítico del béisbol cubano?: La motivación.

Tu Todos Estrellas de la pelota cubana actual: R: Pestano; P: Freddy Asiel; 1B: Abreu; 2B: Olivera; 3B: Yulieski; SS: Arruebarruena; LF: Cepeda; CF: Duvergel; RF: Castillo y BD: Peraza.

Tu virtud, tu defecto: La dedicación, y no saber decir que no.

¿Qué no perdonas en la vida?: La traición.

¿A qué te dedicarás cuando acabe la pelota?: Entrenador.

¿Con qué manager te sientes más cómodo?: Con cualquiera.

¿Cómo evalúas el arbitraje nacional: Bueno, Regular o Malo?: Malo.

El equipo más grande de Cuba es… Industriales.

 

 

(Entrevista realizada por Michel Contreras con la cooperación del colega granmense Ibrahín Sánchez Carrillo)

PorAdministrador

Mano a mano con el Tambor Mayor

Por Damián D’AVERHOFF (Bohemia)

Capturarlo fue como cruzar el Niágara en bicicleta. Y es que Orestes Kindelán no es dado a las entrevistas. Razones personales tiene, aunque estas puedan ser controversiales.
Pero en tiempos turbulentos, cuando el béisbol, la principal pasión de la mayoría de los naturales de esta Isla, atraviesa por una crisis de resultados, es casi una obligación escuchar la opinión de este hombre de hablar pausado, correcta dicción y modales ingleses, que marcó un hito blandiendo el bate en disímiles diamantes nacionales y extranjeros.

Cierta dosis de insistencia y esfuerzos amigos propiciaron el inusual encuentro con el Tambor Mayor, máximo jonronero de las series nacionales y quizás, el mejor cuarto bateador de las últimas cinco décadas, que subió de tono en la medida en que, el ahora competente entrenador, entró en confianza, hasta convertirse en verdadero desafío de preguntas y respuestas. ¿El resultado? Lo dejo en sus manos.
“Aquí hay talento, pero el pitcheo ha mermado mucho. Son pocos los que sobrepasan las 90 millas. ¿Con recursos? Tampoco abundan. Solo tiran recta y curva. Su repertorio es limitado. También su estrategia de trabajo no es la mejor.
“Así los bateadores tienen enormes posibilidades de conectar. En cambio, cuando llegan a los eventos internacionales se encuentran rivales que a lo mejor no jugaron Grandes Ligas, pero son verdaderos profesionales.
Se preocupan por estudiar virtudes y defectos para hacerlo bien. Van al detalle, aunque carezcan de ese gran talento, lo que aprenden lo ejecutan con precisión.
“Los nuestros salen a batear, pero la ansiedad provoca el desespero y pierden la zona, no definen, no piensan. Es importante delimitar el área de contacto y el tipo de pitcheo sobre el que vas a conectar.
“En mi tiempo de jugador hablé con varios federativos de otras naciones y ellos coincidían en que ‘los cubanos son buenos porque batean bolas malas y eso es señal de excelente tacto; pero a la vez, son malos porque el lanzador inteligente no tira strikes si le tiras a la mala’.
“Cepeda es el mejor porque define su zona de bateo y no se desespera. Si no le lanzan en ella la deja pasar. Eso solo lo hace él y Michel Enríquez. Son pacientes y se preparan para batear lanzamientos”.

-¿Y cómo lo hizo usted?

-También le tiraba a la mala y me ponchaba, pero estudiaba al contrario en dependencia de la calidad. Tuve la suerte de que en el equipo nacional seguía en la alineación a Pacheco (Antonio) y Linares (Omar).

“Observaba cómo les trabajaban. Si el pitcher tenía éxito contra ellos con un lanzamiento específico, era casi seguro que trataría de dominarme con él. Por eso bateé avisado muchas veces; algo parecido me ocurría en Santiago al ir detrás de Pacheco”.

-¿Cómo asumió ese sistema?

-Cuando empecé no conectaba bien los rompimientos. Entonces había lanzadores muy inteligentes y profesionales. No me tiraban rectas. Me empeñé en superar ese problema y después de hacerlo, ¡le cogí un gusto tal!, que esperaba a que me los tiraran. Pocas veces le iba a la recta. El año que pegué 30 jonrones, alrededor de 25 fueron sobre rompimientos.

“Hacía ejercicios para dar tiempo a que la bola llegará más a home y así definir mejor. Aprendí a batear por zona y tipos de pitcheo. Esperaba recta y si no lo era, la dejaba pasar. Si iba por curva y era otra cosa, no le tiraba. Si esperaba por dentro y era afuera, no le iba. Si esperaba por fuera y no lo era, no hacía swing”.
-Una curiosidad. ¿Por qué retirarse a un paso de sobrepasar la mítica cifra de 500 jonrones?

-Pude llegar y sobrepasarla, pero en la última parte de mi carrera solo jugaba de los 90, entre 50 y 60 partidos. Lesiones y falta de motivación. Agrégale el poco bote de la bola utilizada en la temporada que se sustituyó el bate de aluminio por la madera. Ese año —1998-99— sí jugué completo y apenas conecté nueve. Recuerdo que Iván Correa fue líder con diez. Al sacar cuentas fueron alrededor de 600 turnos perdidos, suficientes para dar 40 jonrones o más.

-¿Y por qué falta de motivación?

-No me tracé metas estadísticas. A veces, cuando llevamos tiempo en una misma actividad se pierden motivaciones. No es lo correcto, pero desgraciadamente sucede.

-¿Se retiró oficialmente?

-No. Al igual que Pacheco, Linares, Ulacia (Luis) y otros. A esta altura no tiene razón hacerlo.

-¿El motivo?

-Todo el mundo calla. Si buscas respuestas no las dan. No sé si es por pena u otra causa. A nadie le interesó entonces y parece que ahora tampoco.

-En torno a su retiro y el de ese grupo que mencionó existen muchas versiones. ¿Cuál es la suya?

-Antes del Mundial de Taipei en 2001 algunos directivos del Inder (Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación) decían que éramos veteranos, que debíamos retirarnos y que éramos problemáticos. En fin…

-¿Qué edad tenía entonces?

– Alrededor de 37, pero estábamos en plenitud de facultades. Fíjate que allí terminamos en el Todos Estrellas, salvo Linares que se lesionó.

-¿Y el porqué del calificativo de problemáticos?

-Porque reclamábamos ante disposiciones equivocadas. Si llevas tiempo en el equipo nacional y sales de Cuba, la representas dignamente y luego regresas, no había por qué limitarnos tantas cosas. Como dijo Víctor (Mesa) en televisión: ‘Desgraciadamente, los que viran pagan por los que se van’. Y eso disgusta.

-¿Cómo se sintieron tras la actuación mundialista?

-Felices porque ganamos y no queríamos irnos de la pelota con el sabor de la derrota en los Juegos Olímpicos de Sydney (Australia 2000). Nos preparamos y al final lo hicimos bien.

“Pero las contrariedades siguieron. Y la gota que colmó la copa cayó al regresar. En el Juego de las Estrellas de Holguín, un dirigente del Inder dijo: ‘Ganamos el mundial, pero con un asilo’. Pacheco y yo decidimos no jugar más en Cuba para evitar un problema mayor. No queríamos empañar nuestra trayectoria. Tal parece que lo hecho veintitantos años no valía”.

-Y… ¿es viejo un atleta que rebase los 30?

-Aquí sí, en el resto del mundo no. La generalidad adquiere experiencia y madurez a partir de los 27, 28 años. Está estudiado que la capacidad de análisis y respuesta es superior. En Grandes Ligas, por regla, la maestría se alcanza en la medida en que te acercas a los 30 años. A no ser los extraclases, quienes despuntan desde bien temprano, 24 o 25 años. Pero esos no abundan.

-A mediados de los 90 se adopta la política de retirar a los “experimentados”. ¿Qué opina de aquella estrategia?

-Una decisión mal tomada… y dejó secuelas. Las estrellas engrandecen el espectáculo y ayudan a los nuevos con su experiencia. La afición va al estadio a verlos. Lo peor es que los nuevos piensan: ¿qué me pasará a mí cuando llegue a esa edad? Luego decimos que no debió ser así, pero ya se hizo.

-Y después de esos inconvenientes al final de su carrera, ¿por qué se convirtió en entrenador?

-Tres temporadas jugamos Pacheco y yo en la liga empresarial de Japón. La última, antes de partir, nos propusieron la dirección del equipo. Pacheco de manager y yo de entrenador. Fue sorpresivo. No estábamos preparados, pero le informamos que nos incorporaríamos al regresar.

“Pacheco organizó el entrenamiento y dejó a Luis Danilo (Larduet) al frente del grupo. Al retornar se habían efectuado alrededor de 15 juegos y lideraban. La racha se mantuvo y fuimos campeones. En los primeros cuatro años estuvimos en las finales. Ganamos tres y perdimos una con Industriales”.

-¿Le gusta esta nueva faceta de su vida?

-Es lo que sé hacer. A esta altura ya no puedo dedicarme a otra cosa.

-¿Coincide con el criterio de algunos directores entrevistados por BOHEMIA de que los peloteros en la actualidad llegan a la Serie Nacional con deficiencias técnicas?

-Tienen talento, pero muchos no saben regarse en bases ni coger señas. Se colocan mal a la hora de realizar las asistencias; la manera de ejecutar el swing no es correcta. Al unirlos concluyes que sí llegan con defectos.
-Dicen que trata que lo imiten. ¿Qué hay de cierto o falso en esos comentarios?

A medida que el diálogo fluyó, el ambiente se distendió

-Soy exigente. Más al ver peloteros con posibilidades. Conversas con ellos y a la hora, en el juego, lo hacen mal. Y eso molesta, da la sensación de que no te escuchan. Lo más malo es que al preguntarles qué falló no tienen respuesta. Y si la dan ni se parece a lo que tienes en mente.

“Aunque se molesten es nuestra obligación corregirlos, para eso estamos. No es buen entrenador aquel que no corrija, no reclame y no requiera a sus alumnos por las cosas mal hechas. Todo con mucho respeto”.

-¿Y cómo es ese trabajo en el equipo nacional?
-No es difícil. Ahí se reúnen los peloteros de mayor calidad. Y es muy reconfortante que los más jóvenes se acerquen y pregunten. Tener la posibilidad de compartir ideas, criterios y enseñarles lo que aprendí jugando, viendo a otros, escuchando las trasmisiones o leyendo.

-¿Cuáles son sus valoraciones sobre las últimas actuaciones del Cuba?

-Antes se topaba contra Japón, Estados Unidos, Nicaragua, Venezuela. Se entrenaba en México y se confrontaba a peloteros experimentados de la Liga del Pacífico. Jugabas y aprendías a batear lanzamientos casi desconocidos, con rotaciones diferentes. Enfrentabas otros conceptos. Aquello daba la posibilidad de rivalizar sin tanta presión, probar estrategias de bateo, etcétera.

“Es por eso que llegábamos con una base y la competencia se hacía fácil. Por mucha calidad que tuvieran los contrarios había mucha confianza. En los últimos años se ha perdido. El equipo Cuba no topa”.

-¿Se escautea a los rivales en las justas internacionales?

-Sí, siempre se hace. El colectivo técnico es el encargado de chequear los partidos. Aunque es insuficiente, mientras más conozcas al rival más sencillo será vencerlo. Antes era más fácil, topábamos contra los equipos que después íbamos a enfrentar. Ellos nos conocían y nosotros a ellos.

-¿Hasta qué punto los medios audiovisuales influyen en el desarrollo de la cultura beisbolera de peloteros y aficionados?

-A veces por televisión dicen que la zona de Cuba es igual a la internacional. Es incierto. En Grandes Ligas es más amplia verticalmente. Como debe ser. Aquí aumenta en dirección horizontal. Eso crea malos hábitos a los peloteros. Se acostumbran a tirarles a bolas malas y les cantan strike de no hacerlo. También perjudica a los lanzadores que buscan esa zona, pero en el extranjero no se las cantan.

-Entonces, hablamos del arbitraje. ¿Qué estima al respecto?

-Yerran demasiado y lo peor es que están definiendo encuentros. Tienen más carácter que nadie y ninguno se equivoca. El atleta tiene que tragar y es natural que se incomoden porque los árbitros no pueden ser los protagonistas.
-A propósito, ¿su versión de lo qué ocurrió entre Kindelán y los medios audiovisuales?

-Todo comenzó antes de los Juegos Panamericanos de Indianápolis, en 1987. Entonces topamos acá contra los norteamericanos y fallé en 12 turnos. Aquel era el conjunto de Jim Abbot, Chris Carpenter, Tino Martínez y otros que luego fueron estrellas en Grandes Ligas.

“A raíz de eso comenzaron los comentarios de que no debía hacer el grado. Por suerte lo hice; abrí de cuarto bate y designado en Indianápolis. El primer día bateé de 5×5, incluido dos jonrones. Finalmente, fui líder en impulsadas y cuadrangulares. Al regresar dediqué esas faenas a quienes desconfiaron.

“Luego en el preolímpico de Edmonton (1995) comencé como suplente porque estuve mal en la preparación. Ahí empezaron a decir que hacía rato necesitaba de bancoterapia. En el segundo partido salí de emergente con las bases llenas contra Nicaragua —íbamos perdiendo 7×2— y di jonrón.

Terminé de titular en el jardín derecho. En el siguiente torneo, que fue aquí, continué encendido. Ahí vinieron a entrevistarme y les contesté que no, que no podían hablar de mí, bien o mal, según les conviniera a ellos.

“Una entrevista que me hizo Rolando Ramos Jr, que entonces empezaba en la radio en Santiago, acabó de desatar la polémica. A partir de ahí empezaron a decir en las transmisiones: ‘Ahí viene el cuarto bate’. No mencionaban mi nombre.

“La prensa viene y quita; cambia a este, al otro. Dicen que si viejos y que hay que darles chance a los que vienen atrás, y me pregunto ¿ellos a quién le dan chance? Ellos juzgan a todo el mundo y ¿quién los juzga a ellos? ¿La escuela de comentaristas deportivos de Cuba dónde está?”
-Las victorias internacionales de su generación son minimizadas porque no enfrentaron a los mejores peloteros del mundo. Ahora existe el Clásico y la oportunidad de topar contra los más capaces beisbolistas rentados. ¿Cree que hubieran podido enfrentarlos con acierto?

-Sí. Aparecemos en todos los récords de la pelota cubana. Vencimos en la mayoría de los eventos; es clara muestra de que se trabajó bien. Únicamente no tuvimos la dicha de participar en uno de los Clásicos. De hacerlo, podíamos haber perdido en el primer juego o no clasificar, pero entonces había suficiente calidad para enfrentar a cualquiera. En aquel tiempo el pitcheo de aquí no tenía nada que ver con el de hoy. Eran tres, cuatro y hasta cinco lanzadores de categoría por equipo. Incluso, en la Selectiva se sentía más rigor, que en algunas lides internacionales.

-¿Lo que más le impresionó de las ligas mayores?

-La preparación mental para afrontar el juego. Casi siempre están concentrados, tengan o no resultados.

-¿A qué distancia estamos de ese béisbol, del japonés y el sudcoreano, entre los mejores en la actualidad?

-No estamos lejos de la realidad, pero se complica acercarnos. No hacemos lo que se debe: compenetrarnos y jugar. Aunque se decida mañana que no existe posibilidad alguna de incursionar en otras ligas, es imprescindible topar.

-¿Y sería inapropiado la inserción en otras ligas, más ahora que las justas en el exterior serán escasas?

-Al contrario, sería bueno. Siempre y cuando sea organizado. Que se defina lo que se quiere y por qué se va a hacer. Que los peloteros concienticen por qué participan y cuál será su contribución al desarrollo del béisbol cubano. No tiene sentido que solo jueguen para cumplir un contrato.
-¿Sería oportuno retornar a la Serie del Caribe?

-Claro, pero llevan años invitándonos y nunca participamos. En mi época también lo hicieron varias veces.
-¿Qué puede comentar sobre la polémica en torno a la dirección del combinado mayor?

-El director no puede ser diferente año tras año. Tantos modos de actuar, pensar y concebir el béisbol afectan la compenetración entrenador-atleta. Debe buscarse alguien capacitado, que además, logre empatía con sus pupilos, sepa hablarles y ayudarles. Los directores no pueden ser por caprichos.

-¿Cuánto influyeron los directores en los últimos resultados de la selección nacional?

-No han determinado. En las victorias y las derrotas los que salen al campo son los atletas. Los técnicos estudian, analizan y les explican la manera más sencilla de resolver los problemas. Pero a veces a algunos peloteros no les salen bien las cosas. Otros van y no lo hacen.

-¿Cuál sería la frecuencia ideal para mantener un manager?

-Cuatro años. Daría tiempo de trabajar. No obstante, hay que velar por el resultado, no vaya a ser que sea demasiado malo. Ese intervalo daría margen de acción; y no creo que deba ser obligatorio ganar en la Serie Nacional.

¿Los equipos Cuba en la décadas de los 80 y 90 eran tan compactos por la unidad de la plantilla?

-El tiempo de convivencia estrecha lazos. Conoces mejor a tus compañeros, al director. Qué les gusta y qué no, y hasta cómo puedes complacerlos. Llegó el momento en que éramos una gran familia.

-¿Sugerencias para enfrentar el III Clásico?

-Definir qué queremos hacer y cómo. Dejarles a los técnicos que determinen quiénes deben jugar. “¡Ah!, hay que darle más libertad a la Comisión para que planifiquen topes y se concreten, para que el béisbol ande, porque nos estamos quedando atrás”.

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La experiencia es extraordinaria, Samón Matamoros

Siempre pensé –y lo seguiré pensando- que la Liga Mexicana de Béisbol iba a ser un escenario apropiado para que Yordanis Samón Matamoros impusiera su recio bateo. Creí, incluso, que le podría ser más fácil insertarse en ese entorno que al mismísimo Alfredo Despaigne Rodríguez. Sin embargo me equivoqué; ni lo uno ni lo otro. El Bombardero de El Dorado regresó a casa con una enorme insatisfacción después de ser cesado por Los Piratas de Campeche por bajo rendimiento.

Realmente Samón apenas tuvo tiempo para tomarle el pulso al pitcheo rival (¿acaso 18 veces al bate prueban la valía de un pelotero?). Pero, el club estaba urgido de ofensiva y en un desorbitado intento por acceder a la pos temporada –fallido a la postre- cambió al cubano por el norteño Matt Young.  Así es el béisbol profesional, eso también lo debe aprender el criollo.

Más allá de las urgencias de los filibusteros, tengo la percepción de que a Samón le jugó una mala pasada su extremo apego a la Patria, a sus costumbres. “La diferencia es grande. Aquí estamos habituados a que alguien nos vaya guiando en lo que debemos hacer. Todo está organizado en el día, allí cada quien tiene que planificarse bien, para comer, entrenar, y al final del partido regresar a un hotel por tus medios.

“Tienes que ordenar la vida como un nativo y se hace difícil; tienes que buscarte un espacio para entrenar, que casi nunca lo hay porque por la mañana no se puede o no tienes un técnico con quien ir al estadio y hay que aprovechar después que termina un juego a las 10 de la noche para hacer algo cada uno por su cuenta”, dice mientras sus palabras se tornan tenaces.

“Yo estaba en el juego y estaba pensando dónde íbamos a comer al terminarse el partido. Nada igual que aquí que tienes un bufé, una guagua que te lleva al estadio y te trae para los juegos, incluso si quieres ir a entrenar”.

Caer de “fly” en medio de un entorno desconocido tiene su precio, cobrado de manera excesiva porque a priori se desconocía el destino, las intenciones o sencillamente lo elemental para estar preparado psicológicamente.

“Nos fuimos de aquí de la provincia (él y Despaigne) sin saber para dónde íbamos. Nos dijeron que era para La Habana a una reunión, nadie nos habló de que sería para ir a jugar a México. Cuando nos dieron la noticia lo primero que planteamos fue que llevábamos, aproximadamente un mes sin entrenar, sin estar activo.

“Pensábamos que podríamos tener un tiempo de adaptación al llegar a equipo; el béisbol de allí no está a un nivel como el de aquí, pero si hay que prepararse para jugar. Nosotros habíamos terminado la Serie Nacional y estábamos aquí sin hacer nada. Además, siempre acostumbramos a tener 15 o 20 días de preparación cuando hacemos la preselección o equipo, luego salimos.  Realmente ahora no estábamos preparados.

“La experiencia es extraordinaria, fuimos los primeros y aprendimos bastante. En lo adelante lo que hay es que perfeccionarla, ir con tiempo para adaptarse. Pero es una buena idea del país”.

A parte de este preámbulo ¿cómo vivió Samón entre Los Piratas?

Las relaciones son muy diferentes que las que uno tiene de las series nacionales. Uno está en su taquilla para esperar el juego, solo salen al terreno a calentar los nueve que van a jugar, algo que nos incomodó un poco porque estamos acostumbrados a que antes de empezar un partido todo el mundo esté en función de eso. Pero allí no, cada cual hace su trabajo. No hay análisis de nada, no hay meeting.

Llegas al estadio sobre las 4:30; ahí te pones la ropa de entrenar y te dicen vamos a dar 20 batazos… te los dosifican pero ya, de ahí para adelante tú no sabes cuándo vas a hacer una resistencia, cuando hacer pesa, tramos… Si quieres hacer algo eso es por tu cuenta, pero es muy difícil porque vas a jugar a las 7:00, las 8:00, ¿y vas a correr 20 minutos?

No hay preparación física planificada ni un técnico que la dosifique, como se lleva aquí. En todo este tiempo un día hicimos pesas y otro dimos cuatro tramos de carrera, porque nosotros quisimos.

¿Fue realmente este cambio brusco el que condicionó el bajo rendimiento?  Todos pensamos que ibas a “descoser” la pelota y no fue así.

Hay muchos factores, pero el bajo rendimiento lo atribuyo, fundamentalmente, a no tener una buena preparación, a llegar a un equipo que está en apuros, que aspira a la clasificación, y no tener muchas oportunidades al bate; además tuve que jugar en los jardines, que para mí es una preocupación adicional,  y por encima de eso hacerlo de noche, que ya no es habitual en Cuba.

Sin embargo con Isla de la Juventud jugaste en los jardines y no mermaron tus estadísticas…

Sí, pero tenía un gran director (Armando Johnson), que al llegar a la Isla, en el mes y medio de preparación,  conversaba a diario conmigo y me decía que lo que pasara allá atrás no había problemas, pero aquí en Campeche era diferente porque se estaba jugando todos los días un desafío que le hacía falta al equipo y si no lo hacías bien no podías seguir. Teníamos una gran responsabilidad. Era como que te dijeran “de tú actuación depende la clasificación del equipo, no puedes fallar”.

¿Influyó en algo la gran cantidad de trabajo acumulado desde la preparación para el III Clásico y luego la temporada?

No, no influyó mucho. Pienso que si nos hubieran llamado terminando la Serie Nacional el rendimiento hubiera sido distinto, o si hubiera ido unos 15 días antes para insertarme en el equipo.

¿Realmente la incursión en esta Liga puede ayudar en algo al béisbol cubano?

Creo que sí. Enfrentarse a otro tipo de pitcheo a otro campeonato puede elevar nuestro nivel; aunque también se puede ir a otros países (Japón, Corea, Taipéi de China).

A propósito del pitcheo ¿cuán difícil es?

Es un pitcheo muy inteligente, se basa en muchos rompimientos, en cambios de bolas, sliders, curvas, que aquí no los hay con mucha frecuencia. Además, hay serpentineros de República Dominicana, Venezuela, México que tienen mucha calidad, experiencia y diferentes estilos. Los zurdos abridores tiran mucho cambio de bolas y screwball, y cuando te tiran una recta casi siempre es para cerrarte. De manera general el pitcheo es mejor que el nuestro en el sentido del control y de localizar los lanzamientos.

¿Pero en Cuba le das palo a cualquiera?

Aquí uno se prepara más. Viene a lanzar fulano de tal y tú dices, recta, recta y quizás un slider o una curvita…  y te preparas para eso. Además, uno conoce más o menos cómo pide el cátcher.

Por ejemplo, Freddy Asiel, que es uno de los lanzadores más difíciles, conmigo preferentemente cuando tiene corredores en bases me va a tirar por el lado del brazo un sinker, no me va a tirar una curva que se queda ahí o una recta afuera que yo la pueda batear fácil para el derecho… Otro, Yoelkis Cruz, si se mete por al lado me tira sinker pero cuando se queda tres cuarto o me tira tenedor o me tira slaider… El caso de Odrisamer, cuando él para el guante tira recta o cambio, cuando lo acuesta tira slider…

Así más o menos vas conociendo los lanzadores y por muy buenos que sean le bateas con cierta comodidad.

¿Eso quiere decir –entre otras cosas- que bateas avisado?

Te los encuentras tantas veces que ya los conoces. Allá no. De momento te pitchea un dominicano que tu jamás has visto, incluso ni los de allí porque puede que haya llegado nuevo; yo debuté frente a un cerrador que tiraba rectas de más de 90 millas y cambios con un gran contraste.

¿Entonces tu mecánica de bateo se sustenta principalmente en el estudio del rival?

La mecánica de bateo de uno se sustenta en pensar que la mayoría va a venir con rectas, porque si hay cinco pitcher en Cuba que tiran un cambio de bola son muchos. Aquí todos los pitchers te tiran una recta o tiran un sliders.

¡Ah!, lo que vi allí. Los chamaquitos esos ya tienen 16 años y en la academia que están profundizan en el control –tienen gran control- y en tirar de todo, aquí casi siempre te dicen estas muy nuevo para estar tirando un cambio u otros envíos difíciles, entonces te tiran rectas y sliders, allí no, allí te están tirando de todo desde los 16 años.

Tú carta de presentación siempre ha sido la recia ofensiva, sin embargo nunca has podido hacer un equipo Cuba a un torneo elite, ¿después de esta incursión en México todavía tienes esperanzas de vestir la franela de las cuatro letras?

Difícil, lo vi ahora para el Tercer Clásico. Cuando hicieron la preselección estaba bateando 313, no se me olvida, y no me convocaron. Todo parece indicar que él tenía intenciones de llevar  a Malleta (fue el que llevó a la gira por Asia) y no estaba bateando, entonces trajo a Luis Felipe Rivera que no había hecho la preparación previa, aunque en ese momento promediaba por los 340.

¿Quién es él?

Víctor Mesa, el jefe de la pelota aquí.

¿No será que estás prejuiciado con él?

En la preselección antes de ir al tope en México al tipo no le gustaba que yo bateara. Cuando terminaban los partidos a los pitcher que yo le bateaba le metía recital, ¡pero duro! Los mismos chamacos me decían ´oiga compadre el tipo no te quiere porque en vez de ponerse contento porque estas bateando mira lo que hace´.

“Recuerdo que en un partido por la noche di tres hits. A Lahera le di hit y empate el juego, luego a Alexánder en el noveno le abrí con sencillo… y el tipo decía vayan a ver sáquenle out a ese guajiro que anda suelto aquí.

“Al otro día ante el juego me dice Samón pasa palante, mira hoy tuvimos una reunión y tú haces en la preselección el número 51. Eso fue delante de todos. (porque él se lo ha gana´o, porque ha cambia´o su forma, ya se ríe, se lleva mejor con los demás) y todo el mundo cuando termina eso me dice ´viste ese tipo como tú has bateado aquí y has acabado mira lo que viene a meter´.

“Después dijo ´la preselección del Clásico se iba a hacer de 50 pero como tú has rendido aquí te incluimos, haces el 51´, tipo chantaje. En el otro juego que echamos por la televisión dije: deja que tiren para acá lo que les dé la gana si ya con eso el tipo me habló claro, yo no voy al equipo Cuba.

Pero fuiste a México…

Sí, jugamos dos juegos, di hit, jonrón, y ya no jugué más. Al llegar al aeropuerto mandaron a Jorge Fuentes y cuando estaba esperando que salieran las maletas me dijo ´te quedas en tu provincia que ya no vas a seguir más con nosotros´.

El mensaje había sido claro. Si estas en un lugar donde está Pito Abreu y Malleta y estas bateado, rolling para allá, línea para acá, tienes aspiración de algo;  pero cuando estas próximo a una gira importante el tipo te dice que haces el 51, eso quiere decir que en 25 yo no entro.

¿Algún problema personal?

A él lo que le cae mal es que desde el año pasado cuando yo estuve en la preselección batee bien para estar en el equipo. Además, en las series nacionales –tanto cuando dirigía a Villa Clara como ahora con Matanzas-  siempre le caigo a palos, como él es quien lleva el pitcheo no soporta eso.  Siempre pasa así. Este año fui a Matanzas con Granma y le di dos jonrones, tubey… y con la Isla lo acribillé… ¡ni hablar de eso!

Sin embargo, hubo un incidente desagradable entre ustedes en la pasada temporada…

Sí, eso fue después de las giras y antes de hacer la preselección definitiva para el Clásico. Fui a coger la pelota y le di con el pie al chamaco (Víctor Víctor). En eso él pidió tiempo y salió mandao diciéndome cosas: ´oye tú métete conmigo…´. El estadio estaba lleno y el tipo se paraba, apuntaba para donde yo estaba y le decía a la gente como que yo no iba a ir a ningún lado (hace gestos de guillotina).

“El chequeador me dijo, lo mejor que hiciste fue no contestarle porque iba a ser peor para ti y yo le dije ´se ve bien que todo el mundo le tiene miedo´, porque el árbitro de primera tenía que botarlo, estaba ahí cerca y escuchó todas las barbaridades que el otro me dijo y no hizo nada.

“Hasta ese incidente con su hijo fue como algo cuadra´o”.

Para finalizar, volvamos al tema México ¿hay posibilidades de que Samón vuelva a estar con los Piratas?

El dueño del equipo conversó conmigo antes de venir para acá. Fue bastante claro conmigo. Me dijo que necesitaba ahora una gente que estuviera rindiendo en el campeonato, un primer bate. Me sugirió que tuviera una buena temporada, que si se hacían los ajustes debía entrar con el equipo a principios del próximo campeonato.