Granma escribe las pautas del beisbol de Cuba en el siglo XXI

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Granma escribe las pautas del beisbol de Cuba en el siglo XXI

¿Cómo describir la última imagen del principal torneo del deporte cubano, el de la pelota? Me quedo con la frase de un hombre trabajador, consagrado, un obrero del beisbol, otra vez ganador. Con toda su humildad a cuestas, Carlos Martí expresó: «mi respeto para el equipo de Matanzas, para su mentor. Lamentablemente, aquí no hay empate. Debería haber dos trofeos de campeones».

Cuba ha visto cómo los Alazanes de Granma comienzan a inscribir las pautas beisboleras del siglo XXI. Cada vez que han llegado a la final, han ganado el título; son autores, con lo que acabamos de vivir, de la primera remontada de la historia actuando de local, después que perdían por 2-3; de las últimas seis coronas, cuatro han sido obra de la caballería, y todas bajo el mando de Martí, quien ha convertido a este grupo de peloteros en una generación ganadora. Hay más, este doblete en las versiones 60 y 61, lo sitúan como uno de los cuatro conjuntos en la historia de nuestros clásicos que han hecho esa hazaña más de una vez. Además, desde ayer ingresó al selecto club de las seis escuadras con cuatro o más triunfos en la historia de esas lides. ¡Ah!, y cuando parece que se acaban los hitos, esta es la primea vez que los granmenses se titulan en un día que no es domingo.

Como si fuera poco, el laureado profesor es ahora el mentor con más finales ganadas desde que el beisbol cubano asumió los formatos de play off. Ningún otro ha logrado cuatro diademas en 32 disputas por el cetro.

Él mismo consideró esta como la más difícil, y no le falta razón, pues no tuvo dos bujías como los primos Roel y Raico Santos; ni a Alfredo Despaigne, tampoco a Guillermo García, el jugador más valioso del triunfo el pasado año; y Lázaro Blanco, el primer pitcher, abandonó a sus Alazanes en el 2021, y se perdió esta fiesta.

Sin embargo, con la misma filosofía, aunó a un equipo funcional. Cubrió, con la versatilidad de sus jugadores, es decir, con hombres de contacto, de fuerza y veloces, las ausencias. Pero si un mérito tiene el timonel es que trabajó la victoria respetando los fundamentos del beisbol: blindó su defensa, la cual cumplió con exactitud, y en el pitcheo, sin tener a lanzadores supersónicos, su colectivo trabajó en el control: durante toda la temporada, y también en los play off, promedió tres o menos boletos por juego. Con esas herramientas pudo vencer, a batazos, en el duelo cerrado o en la porfía desde el montículo.

Esos atributos se expusieron sobre la grama de la postemporada, tanto ante Industriales como frente a Ciego de Ávila, y fue esencial en esta histórica remontada, jugando contra un elenco que, si bien le faltan piezas claves, es de esos que son muy temidos, justamente, por la potencia de sus maderos. A tal punto se reflejaron esas virtudes que los matanceros, en los dos últimos choques, en 15 entradas consecutivas no pudieron pisar home.

Leandro Martínez encontró la gloria con una erudita disertación en el séptimo desafío. Foto: José M. Correa

La pelota recompensa y guarda sus premios para los momentos singulares. Así, Leandro Martínez, quien después del calendario regular, aun con buenas actuaciones, no pudo vencer, encontró la gloria con una erudita disertación en el séptimo desafío, cuando no había mañana. El zurdo tiró siete completos, permitiendo cinco jits, tres de ellos de un solo hombre, de Erisbel Arruebarruena –hay que quitarse el sombrero y hacer reverencias ante este pelotero–, no boleó a rival alguno y en todas las entradas, excepto en la octava, abrió con el primer out.

Martínez cumplió la víspera del histórico día sus 43 años, y no pudo celebrarlo: «Hoy (ayer) es el cumpleaños de todos, de este pueblo, de mi equipo, es el día de nuestro cuarto campeonato, ayer fue un día especial, hoy (ayer) también», dijo a la televisión, visiblemente emocionado.

Fue una galería de esfuerzos, de compromisos con el beisbol y con los aficionados lo que hicieron estos equipos. La pelota de Cuba sigue convocando, por eso vimos de regreso a Yadir Mujica, evidentemente disminuido; a Arruebarruena, ajustando sus turnos a su condición física; a Yulián Milán otra vez en el campo corto; a Carlos Benítez, mermado, pero multiplicando a sus compañeros con su presencia; al propio Martínez tocado en una de sus piernas, pero arriba de la lomita; o a Yadir Drake, viajando de la pelota profesional mexicana a la nuestra para aportarle a sus Cocodrilos. También a los Santos y al yumurino Yera siguiendo el juego desde México, y a Alfredo Depaigne y Yurisbel Gracial, atentos desde Japón y recuperándose de la COVID-19. Desde allí mismo, a Ariel Martínez enviando sus mensajes a Matanzas.

Cuando los Cocodrilos empataron la serie a dos, dijimos que hubo una cascada de vergüenza roja. Hoy habría que darle al plantel escarlata el premio al honor deportivo. A Granma, la gratitud de un país, parafraseando al ilustre bayamés José Joaquín Palma, por la heroicidad preclara que le da lustre a la historia y a Cuba.

Fuente: Periódico Granma

2 Comments so far

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